Una madre y dos pequeños llegaron de provincia para empezar una nueva vida. Ellos pasaban por una mala situación, ya que el esposo y padre en ese momento tenía ciertos problemas que no podía resolver y por lo tanto, la madre decidió ir a Lima, llegando a la casa de una de sus hermanas.
La tía de estos pequeños era una persona temperamental, y su esposo aún más. Estos niños crecieron en esa casa, junto a la tía, el tío, y los primos. Con los primos había una relación excelente, eran contemporáneos por lo que se entendían bien. Sin embargo con los tíos era complicado. Por un lado la tía con su carácter temperamental los hacía sentir unos mantenidos por darles un techo donde vivir, por lo cual crecieron con un cierto resentimiento hacia ella. Sin embargo, cuando estaba de buen humor era chevere. Por otro lado estaba el tío, quien en sus buenos momentos era una persona genial, que aconseja, apoya, enseña y educa. Es el quien era la cabeza del hogar, que aún cuando el padre de estos pequeños pudo estabilizarse de sus problemas, no estaba presente como sí lo estaba él. Pero cuando éste se molestaba, era el diablo en persona. Una vez hubo un incidente en el que el menor de estos pequeños (que ya estaban grandes. 15 años aproximadamente) fue recriminado por el tío por alguna tontería sin sentido. Fue tanta la discusión que el chico se fue llorando y gritando "¡no es posible que me trates así, yo te considero un padre!". A las dos horas el tío se apareció ante el chico y conversaron. Se solucionó la cojudez.
Hoy, mi tío Benigno (el tío chino para la familia), está muy grave de salud, y ya ha sido desahuciado por los doctores hace un buen tiempo. La causa: un cáncer en el cerebro que evolucionó en un tumor. Un cáncer que se venía desarrollando hace mucho tiempo, incluso antes de que nosotros llegáramos a Lima. El resentimiento hacia mi tía se acabó, esto la hizo cambiar mucho, y hoy la acompañamos en esta difícil etapa. Lo más triste es pensar que nosotros creíamos que mi tío era malo. Pero no es así, mi tío reaccionaba de forma agresiva porque le dolía la cabeza, suponiendo una migraña. Y he aquí la costumbre popular: automedicarse. Cuando fui a visitar a mi tío después de mucho tiempo, lo vi en su cama, echado, con un respirador y sin poder mencionar palabra alguna. Pedí a mi tía conversar un rato con él a solas. Le agradecí por todo lo que hizo por nosotros, y que somos lo que somos gracias a el. No pude evitar llorar mientras le hablaba. Sabía que era posible que mi tío no entendiera nada de lo que le dijese, o quizás que ni me recuerde. Pero vi salir una lagrima de sus ojos mientras le hablaba, entonces lo supe: mi tío chino estaba ahí, escuchándome.
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